El día que decidí caminar como si fuera viernes
Viernes, 10:03 a. m. Todavía no me terminaba el café y ya tenía dos mensajes urgentes, una videollamada sorpresa y un correo que empezaba con "solo para recordarte que...". Todo apuntaba a que iba a ser uno de esos días: acelerado, sin espacio, lleno de pendientes.
Y entonces abrí el clóset, vi la caja negra… y me los puse. Los Louboutin. Negros, altos, con picos. Con actitud.
No era para una fiesta. Era para mí.
Los había recibido en Hupe unos días antes, pero aún no me atrevía a usarlos. Ese día decidí que no necesitaba una ocasión especial. Solo necesitaba recordarme quién soy cuando no dejo que el día me aplaste.
Caminé del cuarto al escritorio como si desfilara. Encendí la cámara en la junta sin pensarlo dos veces. Respondí con claridad. Hablé firme. No por los zapatos. Sino por cómo me hicieron sentir.
A veces no se trata de qué usas. Sino de cómo te sostienes.
Ese viernes no fue perfecto. Pero me paré diferente. Respondí diferente. Y por dentro, algo cambió. Me acordé que no todo tiene que ser cómodo. A veces lo incómodo también empodera.
