El gadget que me salvó un lunes…
Lunes, primero de abril. No es broma.
Eran las 9:43 a. m. Me desperté con tres mensajes de clientes, una reunión programada en 17 minutos, el internet fallando, y el típico pensamiento existencial: “¿Por qué no nací rica y ya?”
Spotify sonaba con “Feather” de Sabrina Carpenter (sí, todavía la traigo pegada desde febrero), y mientras buscaba desesperadamente mi cargador, tiré el café encima de mi laptop.
Genial. Primero de abril y parecía que la vida quería hacerme la broma del año.
Y justo cuando estaba por rendirme, lo vi: una caja pequeña que había dejado olvidada debajo del escritorio. Era uno de esos productos que a veces probamos en Hupe, que guardas con la típica frase: “luego veo qué tal”.
Spoiler: fue la mejor decisión accidental del mes.
No esperaba que un proyector cambiara mi lunes. Pero lo hizo.
Lo conecté al celular, apunté a la pared blanca y… apareció todo. Pantalla gigante. Silencio total. Spotify siguió sonando. Abrí Notion, Google Slides, Canva.
Sentada en el piso, con la laptop moribunda a un lado y la pared convertida en monitor de guerra, terminé la presentación como si nada. Me sentí un poco como Tony Stark armando su traje en la cueva, versión Godínez.
Cuando acabé, me tiré en la alfombra, abrí Netflix y puse “La sociedad de la nieve” otra vez. Ya ni lloré. Solo pensé: “Necesito contar esto.”
Hay gadgets que presumes, y hay gadgets que salvan tu día sin pedir crédito. Este es del segundo tipo.
