El día que todo sonó diferente
Jueves, 10:57 a. m. La reunión no había empezado bien. El cliente no activaba su cámara, la conexión fallaba, y yo no encontraba mis audífonos de siempre. Por reflejo, abrí el cajón y encontré los que acababa de pedir por impulso en Hupe. Nunca los había usado. Estaban cargados. Los conecté. Y de pronto, todo sonaba claro.
Literalmente y emocionalmente.
A veces no se trata de escuchar. Se trata de entender.
Cuando empezó la junta, no cambió la conexión del cliente, ni su tono seco, ni los problemas. Pero algo cambió en mí. El sonido ya no me molestaba. Me sentía más presente, más enfocado, más… protegido.
Es raro decirlo, pero esos audífonos no solo filtraron el ruido: filtraron mi estrés.
Lo barato no siempre sale caro. A veces sale justo.
No esperaba mucho. Pero me sorprendió la batería, el micrófono, el estuche imantado que suena a futuro. Y sobre todo, el silencio cuando lo necesitaba. Esos 20 minutos de calma en medio del caos me devolvieron algo: la cabeza en su lugar.
